A la mañana siguiente me desperté con muy pocas ganas de empezar el día; pues las vacaciones habían llegado a su fin y el "deber" llamaba, una vez más, a mi puerta.
Cogí las maletas y la ropa del armario y con un pie delante del otro abandoné la habitación del hotel. Me dirigí hacia el garaje del mismo, coloqué las llaves en el contacto y encendí el coche. Una terrible tristeza se palpaba dentro del Seat Ibiza de color negro; las lágrimas inundaban mis ojos y mis manos temblaban tanto como aquel día en el que un mensaje de la UDC anunciaba mi aprobado de Geografía. Apagué el coche, cerré los ojos y me quedé un rato dormido.
Al despertar, me encontré en la habitación de mi casa acostado con mi novia y rodeado de todas mis cosas. Sí, había sido un sueño; un sueño tan hermoso que, sin duda, algún día se cumpliría.
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